jueves, 14 de abril de 2011

Es usted gitano, y va a la escuela

Es usted gitano, y va a la escuela



Apuesto a que usted, lector, no es gitano. Pero imagine por un momento que lo fuera, más o menos apegado a las formas tradicionales del grupo, y lo metieran de repente en la escuela. ¿Cree que se encontraría a gusto? ¿Piensa que se sentiría súbitamente agradecido por ser no ya admitido, sino succionado al indiscutiblemente mejor y siempre tan correcto mundo de los payos? ¿Cuánto cree que aguantaría en ella si pudiera permanecer o abandonarla a su antojo?Para empezar, le resultaría difícil comprender la obsesión reinante por el silencio y la inmovilidad. Es verdad que algunos profesores no piden a sus alumnos sino que mantengan unas condiciones que hagan posible el trabajo de los demás, pero otros, tal vez la mayoría, pretenden que estén permanentemente inmóviles y en silencio, sin levantar el culo de la silla, sin poder ir a beber agua ni al servicio, etc., como ideal de los hábitos de trabajo y convivencia.Esto encaja relativamente con el modo de vida payo, entre la preocupación de los padres porque los niños no rompan la cristalería y la certidumbre de que la vida adulta requerirá de ellos una actitud contenida y disciplinada de trabajo. Usted, en cambio, vendría de un hogar pequeño y numeroso, sin muchos objetos de valor que proteger, poblado por niños de todas las edades que se crían en un clima altamente permisivo y sin ningún motivo para pensar que el silencio o la parsimonia sean virtudes deseables.En la medida en que empezara a aprender la lectoescritura se encontraría con que el habla de su familia y su comunidad no le ayudaban ante el lenguaje escolar.
Palabras que usted usa no serían comprendidas por sus profesores y compañeros, mientras que ellos, a su vez, sobre todo los primeros, emplearían palabras que usted no comprende. Si fuese polaco, chino, o mejor que mejor, inglés, todos darían por sentado que no tendría por qué saber dos lenguas y hasta mostrarían gran curiosidad por la suya; siendo gitano lo más probable es que piensen simplemente que habla mal, que no sabe hablar. Es posible, incluso, que haya de presenciar cómo algunas palabras que usted sabe estrictamente gitanas son abiertamente rechazadas como si fueran el lenguaje de los bajos fondos (como se decía no hace mucho: el habla gitana y de germanias).Tal vez piense usted que, de todos modos, algo iba a aprender sobre la sociedad que le rodea, y así es. Aprendería que vive en un país formado hace poco más de cinco siglos[1] con las inestimables aportaciones de castellanos y leoneses, aragoneses y catalanes, etc. Sería usted informado, de modo explícito o implícito, de que, aunque su pueblo lleve aquí ese mismo tiempo, aunque fuese un pueblo viajero y comerciante, y aunque los viajes y el comercio fuesen las comunicaciones y hasta las redes de entonces, no ha aportado a la cultura española más que alguna influencia sobre el flamenco. Si, además, tiene la suerte de vivir en cualquier comunidad autónoma con plenas competencias educativas, aprendería, incluso, que la susodicha, cuna de incomparables virtudes, había sido en algún momento poco menos que el centro del planeta y que nada más importante en el mundo que respetar las raíces, la cultura, la historia, la lengua, el autogobierno y demás rasgos y derechos de cualquier pueblo... menos del suyo.Eso sí: en el proceso sería usted también objeto de una educación en valores, preferentemente transversal. Aprendería, por ejemplo, que se equivoca si piensa que uno es, ante todo, lo que es su familia o su clan. Tendría, para bien y para mal, que recorrer en pocos años, si es que no en meses o días, el camino recorrido por Occidente en milenios: de la primacía del grupo a la del individuo, de la cohesión familiar a los derechos individuales, de la solidaridad clásica a la movilidad social individual, de las normas grupales al sometimiento a la ley, etcétera. Si es usted varón, sus maestras raramente aceptarían ni sabrían siquiera que, en su medio familiar, usted ya tiene autoridad sobre sus hermanas de cualquier edad e incluso sobre su madre, por lo que le resulta cuando menos arduo someterse a la autoridad de una mujer desconocida. Si es usted mujer, es probable que tampoco aceptaran la franqueza con la que ya en la pubertad aborda temas como la regla, el matrimonio, el sexo o la maternidad.Llevado por su espíritu pragmático quizá decidiera usted que si no por sí misma, la escuela de los payos podría interesarle como medio para alguna otra cosa, por ejemplo, para sus actividades económicas, como cualificación para el trabajo. Enseguida se daría cuenta, sin embargo, de que, más allá de la lectoescritura y las operaciones elementales, mejor aprendería lo necesario para sus futuras actividades participando ya en ellas con sus padres, en vez de pasar esas horas en el aula. Repararía en que esa disciplina y esas destrezas abstractas que los payos consideran tan necesarias para el día de mañana puede que lo sean para el trabajo en la fábrica o en la oficina, pero no tiene mucho que ver con el comercio ambulante o la trata de ganado, ni con las flores o la cestería, ni, en general, con el trabajo de subsistencia o por cuenta propia que usted espera pronto desempeñar.(...)Al final, entre las dificultades de aprendizaje y de adaptación, el interés limitado por su parte, la escasa comprensión por parte de la institución y de los maestros, las ausencias irrecuperables, etcétera, es más que probable que llegue usted al momento en que ya empieza a sentir la presión por abandonar la escuela para trabajar y contraer matrimonio, dos cosas que se hacen bastante pronto en la tradición gitana, sin que pueda decirse que ni la institución ni usted hayan alcanzado los objetivos básicos; porque lo que para usted es demasiado tiempo, para la escuela es demasiado poco, ya que gitanos y payos tienen ideas diferentes sobre lo que son la infancia, la juventud y la vida adulta, sobre cuándo se pasa de una a otra y sobre qué se puede y se debe hacer en cada una de ellas. Todo esto, claro está, adobado con numerosas experiencias extracurriculares no previstas en el guión. Tarde o temprano habrá de pasar tragos como que el día que falta algo se vuelvan hacia usted todos los ojos, que le llamen despectivamente gitano, que le ofrezcan una caridad que ni necesita ni quiere, que reconozcan sus excelencias afirmando que no parece un gitano, que crean hacerle un favor sugiriéndole que cante y baile un poco para los demás, que le coloquen a dibujar en los asientos del fondo, que le conviertan en carne de compensatoria, o cosas peores. No quiere decir esto que deba huir usted de la escuela como de la peste, pues incluso para usted tiene su lado positivo. Si formase parte uested de los sectores más marginales, podría considerar su permanencia en las aulas como su aportación personal a la economía familiar, ya que parece ser condición para recibir el salario social, beneficiarse de realojamientos y mantener buenas relaciones con los trabajadores sociales y las autoridades[2]. Si hubiera decidido usted pasar la raya, apayarse, dejar a los suyos para rendirse y ser por fin uno de los nuestros, no dude de que la mejor forma de hacerlo es la escuela, aunque resulte dolorosa. Si, lejos de ambos extremos, proviniese usted de un sector acomodado y relativamente integrado, sepa que durante toda la vida tendrá frecuentes relaciones con los payos y que, por tanto, ha de conocer su mundo, y una vía para hacerlo es la escuela.Si acaso usted fuera realmente gitano, no vaya a pensar, por cierto, que yo suscribo a su mundo. Muchos de los rasgos que lo definen me parecen simplemente arcaicos, y algunos condenables sin importar a quién se atribuyan; sólo una parte me parecen realmente distintivos y pocos de entre ellos, a la vez, admirables. Pero admito, eso sí, que son rasgos y que nadie tiene derecho a ignorarlos o a descalificarlos en bloque, que su cultura es importante para ustedes, que tiene como todas elementos positivos y que los demás debemos aceptarla y podemos beneficiarnos de ella. Es lo mismo que pienso de la mía, de la que ustedes llaman paya, con independencia de cualquier valoración pormenorizada de los elementos de una y otra. Por eso, créame, le sugiero que intente aprovechar lo mejor de la escuela, aún a sabiendas de que será al precio de amargos sinsabores, pero le comprenderé, sin reservas, si me dice que para usted no vale la pena.



http://es.scribd.com/doc/30344954/Es-usted-gitano-y-va-a-la-escuela-Archipie%CC%81lago
Escito por: Mariano F. Enguita

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